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Crónica de una grieta anunciada

Prof. Daiana Gómez

lunes 26 de julio de 2021 - 16:18

Desde sus inicios allá por 1991, los problemas de fondo de Mercosur siempre fueron los mismos: las asimetrías entre sus países miembros y la incompatibilidad en sus intereses. Las asimetrías, estaban fundamentadas en la falta de complementariedad de las economías y el precario desarrollo de las estructuras económicas de los socios. El objetivo inicial era claro: bajar los costes dentro de un mercado ampliado y lograr cierta productividad que junto con creación de comercio, apuntalaría el crecimiento económico de la región, azotada por la profunda crisis regional de la deuda de externa.

Si nos valemos un poco de la historia, a fines de los ochenta, existía un trasfondo político que propiciaba el entendimiento para que Argentina y Brasil, dieran los primeros pasos en una asociación estratégica que parecía prometedora. Para el año 1991 las expectativas del bloque eran grandes, hecho que fue advertido por Uruguay y Paraguay y que pronto significaría su adhesión al bloque; decisión que a juicio de quien escribe era necesaria, si la intención de ambos países era participar de los intercambios regionales y obtener un beneficio de los mismos.

Pronto, los primeros años del proceso serían de gran éxito, fuerte incremento del comercio y cierto crecimiento económico. Lamentablemente la bonanza no duró demasiado, ya que pocos años después de la firma de Ouro Preto, el proceso comenzó a dar señales de agotamiento.

Asimismo convivían en el seno del Mercosur una serie de malestares que tenían su raíz en cuestiones de lo más variadas: desde la discutida inserción o no de sectores sensibles como el azucarero a la unión aduanera hasta el onírico deseo de alcanzar una unión monetaria. Todos estos temas, que planteaban una laguna jurídica y vacíos en la concepción del proceso de integración se venían arrastrando desde la firma del Tratado de Asunción, acumulando malestar en los distintos sectores y gobiernos. Al producirse la devaluación brasileña en 1998, todos estos problemas parecieron resurgir y poner en tela de juicio la génesis del proceso y analizar detenidamente el camino que debería tomar la Argentina al respecto. Lo comentado previamente, sumada a la caída de los precios internacionales de las commodities provocó una contracción en los intercambios intra y extra Mercosur como a su vez una caída en las tasas de crecimiento. Pronto esta situación, llevaría a Argentina a devaluar su moneda y salir de la convertibilidad. Al parecer la estabilidad ganada artificialmente sobre la que se fundó el desarrollo del bloque durante los noventa se vio quebrada y pocos eran los que creían que la integración bilateral con Brasil podría hacer algo para calmar las aguas.

Para el año 2002, muchos eran las cuestionamientos que proliferaban alrededor del bloque y la integración con Brasil; en una frase existía un agotamiento político y económico. Sin embargo, y muy a pesar de muchos sectores que promovían no continuar con la integración, el Mercosur revivió mediante una manifiesta voluntad política de apostar a la regionalización económica y reforzar el protagonismo a nivel regional. De hecho, se trabajó arduamente en la institucionalidad del bloque y se llevaron a cabo una gran cantidad de nuevos acuerdos y organismos intra-Mercosur.

Desde el punto de vista comercial, A partir del 2003 se emprendió un proceso de gran crecimiento económico para la región, las commodities jamás habían presentado precios tan altos y la demanda mundial era muy elevada. Argentina y Brasil no fueron la excepción a la regla, sus PBIs crecieron a tasas altas con un acompañamiento sostenido del comercio exterior e importante afluencia de divisas. Dicho crecimiento comenzó a resentirse con la crisis del campo del 2008 y aún más con la crisis económica internacional que comenzó en Estados Unidos y luego paralizó a gran parte de la Unión Europea.

Por otro lado, más allá de los nuevos convenios y protocolos firmados entre los países miembros, las diferencias de base se mantenían y se acrecentaban. En este sentido, a pesar de los esfuerzos por crear fondos comunes y mecanismos que compensen los desvíos de comercio a manos de las economías más grandes, no era posible superar la unión aduanera imperfecta y alcanzar el sueño de ser un mercado común.

Los años posteriores a 2009 supondrían tanto para Argentina y Brasil crecimiento pero a tasas más bajas, teniendo como aditamento el fantasma de la inflación para el caso argentino. Consecuentemente, Argentina tomó una senda de alta protección con el objeto de paliar el déficit que se estaba generando en la balanza comercial. La siguiente década estaría marcada por una profunda crisis económica y política regional. El incipiente descalabro económico de Argentina, la suspensión de Venezuela, la crisis política de Paraguay y Brasil, esta última culminando con el impeachment presidencial, son algunos de los ejemplos de lo comentado con antelación. En cierta forma el avance y entendimiento que se había relativamente alcanzado en años previos se vería obnubilado por las tensiones sociales, económicas y políticas. Concentrándonos en lo estrictamente comercial, el panorama tampoco fue alentador puesto que no se registraron pasos contundentes hacia la concreción de la unión aduanera, tampoco el desarrollo de la competitividad de sectores productivos de manera mancomunada. Probablemente el hito más relevante, llegaría a finales de la década, con la firma del Tratado Mercosur – UE, acuerdo cuya negociación llevó veinte años. Vale aclarar que aún no ha sido ratificado por la totalidad de los parlamentos de los países miembros de ambos bloques, ya que existen todavía algunos escepticismos y objeciones en torno a la desgravación arancelaria del sector industrial, las laxas políticas medioambientales, encabezadas por Brasil y algunas cuestiones sobre el mercado laboral. Países como Uruguay o Brasil, son más proclives a la firma del convenio; no obstante Argentina y Paraguay se han mostrado más reticentes. Dicha “grieta” se exacerbó con el inicio de la pandemia, donde existió cierta tensión entre Argentina y el resto de los países del bloque, ante la negativa del primero en relación a avanzar con la negociación de acuerdos de libre comercio con países como Líbano, Canadá o Corea del Sur (En este último Argentina realizó algunas concesiones en el avance de la negociación durante su presidencia pro témpore). Los argumentos por parte de nuestro país se encuentran enmarcados dentro del actual contexto de pandemia y la sensibilidad que tendría para algunos sectores industriales locales la apertura del mercado a productos que compitan directamente con éstos.

Actualmente, lejos de superar la crisis y en medio del actual contexto sanitario, las asperezas no parecen cesar. La última muestra fue expuesta durante una de las reuniones extraordinarias del Grupo Mercado Común llevada en conjunto con la IX Reunión de Ministros de Industria, Comercio y Servicios. En estas reuniones se expusieron varias diferencias, pero quizás la más difícil de sortear es la que compete a la flexibilización del bloque en cuanto al modelo de negociación cuatro más uno existente desde el origen del Mercosur. Dicho de otro modo, Uruguay y Brasil abogan porque los países miembros puedan llevar a cabo sus negociaciones de forma individual con otros países o bloques. Por el lado de Argentina y Paraguay, sostienen que se deben respetar los preceptos establecidos por el Tratado de Asunción.

En conclusión, el futuro del bloque regional se encuentra, una vez más en jaque. La falta de consenso político, la coyuntura actual, las constantes crisis económicas, la poca previsibilidad de políticas de comercio exterior y la falta de convergencia en políticas macroeconómicas son algunas de las causas que devienen en este incierto escenario. Está claro que si no se logra avanzar en esto, difícilmente se dé paso a los beneficios que provienen de los intercambios comerciales, al desarrollo económico y al aprovechamiento de las economías de escala. La desgravación arancelaria y la complementación económica con otros bloques deben ser un hecho. El gran desafío es entonces generar productividad genuina puertas adentro para poder lograr verdaderas sinergias económicas con los potenciales socios.

La Argentina tiene dos herramientas de suma importancia para desarrollar un ámbito de plena cooperación y entendimiento regional. Por un lado el Mercosur, que propiciaría el espacio adecuado para impulsar el comercio exterior local promoviendo un crecimiento económico auténtico. Por otro, valerse de la normativa internacional, basada principalmente en las reglas ligadas a la Organización Mundial del Comercio y demás organismos internacionales, la cual sería el mecanismo ideal para asegurar la transparencia en el proceso de concreción de objetivos.

Mgter. Daiana Gómez

Julio 2.021

 

Publicado en Mercojuris:

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